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Hernán Miranda Casanova/dos poemas

andres  •  30 December, 2009

Hernan Miranda Cassanova

Cartílagos sólo hay, sólo huesos.
Debo suturar desgarros que yo no produje.
Debo hacer coincidir las piezas de un cráneo.
Soy demasiado humano para vivir en paz.
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Hernán Miranda Casanova nació en Quillota en 1941. Es poeta, periodista y magíster en Filosofía Política. Poemas suyos han figurado en numerosas antologías y muestras colectivas a partir de 1963. Entre 1970 y 1973 trabajó en el Palacio de La Moneda como periodista de la Oficina de Informaciones de la Presidencia. Ha sido comentarista de libros en los diarios “La Opinión” de Buenos Aires y “La Época” de Santiago. Durante una década (1981-1991) fue redactor de suplementos de “La Tercera”. Entre otras distinciones, en 1969 recibió: Mención Honrosa en los Juegos Gabriela Mistral, Primer Premio en un concurso de la FECH, y Primer Premio en otro de la Juventud Comunista (con jurado integrado por Pablo Neruda, Juvencio Valle y Jorge Teillier); en 1976 recibió el Premio Casa de las Américas (La Habana, 1976); Segundo Premio en el Concurso de “El Mercurio” convocado en 1988, y el Premio Municipal de Santiago en 1991.

Obras publicadas: “Arte de vaticinar” (1970), “La Moneda y otros poemas” (1976), “Versos para quien conmigo va” (1986),. “Trabajos en la vía” (1987), “De este anodino tiempo diurno” (1990), “Sonetos” (1992), “Décimas de nuestra tierra” (1993), “Anna Pink y otros poemas” (2000), “Bar abierto” (2005) , “Rumbo a Corfú” (2007).

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“A NADIE DARÉ UNA DROGA MORTAL...”

Aquí estoy solo con mis pócimas, mis escalpelos,
mis uñas rotas, mis salpicaduras.
Aquí con mi intranquila conciencia.
Aquí con mi mundo perturbado.

Aquí, con mi cadáver desnudo sobre el mármol
y el tiempo que aquí debería ser abolido.
Somos los mismos. Los que tuvimos un día
la capacidad de asombrarse.

Cartílagos sólo hay, sólo huesos.
Debo suturar desgarros que yo no produje.
Debo hacer coincidir las piezas de un cráneo.
Soy demasiado humano para vivir en paz.

Pero quién se sonreirá por ti algún día.
Pero quién repetirá después las cosas que tu dijiste.
Pero quién cometerá tus mismos errores.
Pero quién heredará tu desencanto.

Morirse pero contemplar tu propio funeral.
Pero huir y ser testigo de tu fuga.
Pero perderse y participar en tu propia búsqueda.
Pero se trata de estar aquí y en otras partes.

Pero yo soy un cirujano fiel a su juramento
y seguiré cortando tendones, removiendo las vísceras
sin lograr ver en ellas el futuro
y a nadie daré una droga mortal.

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INSECTARIO

Yo me enamoré una vez de una muchacha maravillosa
y los dos preferíamos los vanos de las puertas,
los rincones más oscuros de los cines,
de las plazas públicas.
Huiamos de la luz como los fantasmas que éramos en realidad
y esperábamos la noche
y apagábamos todas las luces para hacernos el amor.
Yo gustaba de recorrer todo su cuerpo
centímetro a centímetro
como un escarabajo por las habitaciones en tinieblas.
Y ella tenaz y laboriosa como ninguna
tejía y destejía en silencio su tela sobre mis labios.
Un día nos equivocaríamos de grieta
o la luz del día nos ahuyentó en opuestas direcciones
y nos perdimos de vista entre la multitud.

De ese tiempo,
mi sensación de llevar antenas en la frente
y los ojos facetados.

De ese tiempo,
mis pestañas sensibles a la luz del sol
y mi forma de andar
de insecto extraviado entre los hombres.

Del libro “Arte de vaticinar”, 1970


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